Hoy en día en México se
calcula que el 74 por ciento de la población económicamente activa usa una tarjeta de débito para realizar compras, pagos de servicios, transacciones, retiros en
efectivo y compras en línea. La tarjeta de débito es, digamos, hermana de las
tarjetas de crédito, aunque los plásticos de débito “contienen” dinero tuyo, no
dinero prestado. Dicho servicio está a punto de cumplir casi un siglo de haber
surgido, pues en 1920, en Estados Unidos, la empresa Western Union entregó a
sus más distinguidos clientes una placa de metal. Con dicho artefacto los
usuarios podían identificarse y realizar pagos en tiendas departamentales.
En México las primeras
tarjetas de este tipo aparecieron en el año de las Olimpiadas, en 1968. En
aquel entonces eran simples, pero ya contaban con una tira magnética la cual
fue inventada en 1960. En la actualidad, a partir de 2013, cualquier tarjeta de
débito en nuestro país debe contar con chip electrónico, el cual es un
mecanismo de mayor seguridad que su predecesora, la tira magnética.
Si bien es cierto que a lo
largo de ya casi un siglo del uso del dinero plástico se han ido mejorando los
mecanismos de protección del dinero de estas cuentas, la delincuencia ha
encontrado formas de violar los diferentes candados que impiden el uso no
autorizado de tus recursos en una tarjeta de débito.
Las causas más frecuentes en
México por las cuales se llevan a cabo fraudes con una tarjeta de débito están
relacionadas al robo o extravío, compras telefónicas o por medios electrónicos
(internet o aplicaciones de celular), clonación de plásticos en cajeros
automáticos alterados por la delincuencia, transferencias electrónicas y
falsificación de datos personales.
EstE última es uno de los
fraudes con mayor auge en México y es llamado como “Las palomas” y de la forma
en que opera la delincuencia es de la siguiente manera. El ladrón adquiere un
USB o algún otro tipo de almacenamiento electrónico con información financiera
que, evidentemente, fue extraída de manera ilícita de una institución bancaria.
Con la ayuda de un software en una computadora vacía la información a tarjetas
en blanco, llamadas “paloma”. Esta tarjeta en blanco no cuenta con logotipos de
algún banco, ni banda magnéticas, solo tiene un chip electrónico.
El delincuente, una vez con
la tarjeta con la información de algún usuario, acude con la tarjeta de débito clonada a cualquier cantidad de tiendas
departamentales, de conveniencias, de servicios o a gasolineras para efectuar
compras y operaciones de efectivo. La gran mayoría de las veces estas
operaciones cuentan con la complicidad de quienes laboran en dichas tiendas
pues ayudan facilitando el fraude al no pedir identificación oficial o firma
escrita en los vouchers.
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